El expolio en
los bosques amenaza a las setas, aliadas contra el CO2
Los hongos fijan el dióxido de carbono al suelo, uno
de los grandes almacenes del gas de efecto invernadero
Los hongos cumplen un papel fundamental en la conservación de la
diversidad de
los bosques y en su capacidad para mitigar los impactos del cambio
climático.
“No somos conscientes de que los bosques son como son por la
simbiosis que existe entre los árboles y muchas de las setas que nos comemos:
níscalos, boletos... Por dentro de la tierra, se extiende un manto de hongos
que conectan todo el sistema forestal mediante una compleja red social,
formando lo que los científicos llamamos la Wood Wide Web, la
internet del bosque”.
En
ese matrimonio de conveniencia, los hongos micorrícicos (níscalos, oronjas, trompetillas y otros
muchos comestibles) cubren las raíces y ayudan a los árboles a absorber
nutrientes y agua. Estos, en contrapartida, transfieren a los hongos los
carbohidratos que producen al fijar el CO2 de la atmósfera (gas de efecto invernadero, principal
responsable del cambio climático). “Y
son los hongos los responsables de que ese carbono acabe depositado en el suelo
de los bosques, que es uno de los grandes contenedores de CO2 del mundo”
Este equilibrio podría
resquebrajarse según investigaciones de la Global Forest Biodiversity
Iniciative (red de científicos forestal), que apuntan a que el cambio climático
podría provocar que esos hongos fueran sustituidos por otros no tan eficientes
en esa simbiosis. Si esto sucediera, parte del CO2 que se fija en el
suelo se mantendría en la atmósfera, “exacerbando el círculo vicioso del cambio
climático”.